miércoles, 17 de octubre de 2007

Una lengua de medio pelo

No sé por qué en lenguaje coloquial nadie usa la palabra 'cabello'. Se me ocurre que, desde aquellos tiempos lejanos en que los caballeros tapaban sus cuerpos con armaduras y en que la longitud de las faldas de las señoras les ahorraba depilarse, nos hemos acostumbrado a decir simplemente 'pelo', sea cual sea su ubicación anatómica.

No sé qué tienen los españoles contra el cabello. O, por el contrario, qué extraña fijación tienen con el pelo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua señala nada menos que 19 acepciones distintas de esta palabra, y 82 frases hechas que la contienen.

Pero lo peor, para mí, son las contradicciones. Si una idea nos viene al pelo, se supone que es una idea estupenda. Pero si aprovechamos la circunstancia para agarrarla y traerla por los pelos, entonces se convierte en un disparate.

Siempre me han impresionado esos valientes que no tienen pelos en la lengua. Pero es que... ¿hay alguien que los tenga?

Otra paradoja: todos esos atrevidos que se cortan el pelo y que, sin embargo, no se cortan ni un pelo.

No os lo toméis a broma: un solo pelo puede tener consecuencias tremendas. Por ejemplo, cuando uno llega tarde a una cita simplemente por un pelo, o cuando nos parece que la sopa está un pelín caliente y nos quemamos la lengua (con o sin pelos).

¿Alguien ha visto alguna vez correr a un pelo? Entonces, ¿por qué decimos a veces que no corre un pelo de aire?

Si un buen día nos soltamos el pelo y, tal vez, nos pasamos un pelo, probablemente alguien nos dirá que se nos va a caer el pelo. Claro que, si uno ya es calvo, tal vez prefiera que le digan que le van a dar para el pelo.

Si tengo miedo, se me ponen los pelos de punta. Ellos solitos. Pero, si estoy rabioso, me tengo que tirar yo mismo de los pelos. Todo esto es... descabellado.

Y, lo peor de todo: nunca he sabido por qué a la ocasión la pintan calva. ¿No será que algún gamberro le ha tomado inmisericordemente el pelo?

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