sábado, 25 de julio de 2009

El progreso

El término 'sostenible' empieza a estar de moda. No es un concepto nuevo. Los sórdidos burócratas de las Naciones Unidas llevan ya muchos años manoseando esa palabra que, finalmente, gracias a la avidez insaciable de los medios de comunicación por el alarmismo, empieza a estar en boca de todos.

La izquierda mundial, leninista de nacimiento y por vocación, ha conseguido encaramarse a los hombros de los medios de comunicación para desde allí, lenta pero imparablemente, ir imponiendo su nueva fábula. He escrito fábula, no ideología, porque lo que realmente permite a una ideología arraigar en la sociedad es siempre una fábula. Las religiones están basadas en una colección de viejas fábulas morales. Y Karl Marx escribió sesudas interpretaciones de los procesos económicos, pero lo que realmente caló en las masas fue la fábula del proletario explotado por un malvado empresario.

Como el empresario era malvado, el proletario tenía que ser bueno: la fábula maniquea estaba construida. La dinámica social que esta fábula puso en marcha desembocó en los gulag siberianos y en un modelo de sociedad totalitario, progresivamente oxidado, horadado por una fantástica maraña de agujeros de topo en los que el ciudadano moliente se aprovisionaba del vodka -o del ron- que el Estado no sabía proveer.

Alarmados por el galope imperialista del Gran Hermano soviético, en el otro lado del mundo los cowboys americanos ensillaron sus caballos. Tras una larga carrera, la herrumbrosa maquinaria kafkiana no pudo con aquellos herederos del Far West, que habían sido amamantados con desafíos, y un buen día, para sorpresa de todos, el Muro de Berlín se desmoronó. La orfandad de la izquierda mundial fue demoledora, sobre todo para las generaciones más viejas, pero impulsó también un cambio generacional.

Había que reconstruir la fábula. No era tarea fácil, ahora que la globalización permitía, por fin, a los países pobres ganarse el pan con el sudor de su frente vendiendo sus productos a los países ricos. Que hasta entonces, pese a la palabreria hueca de izquierdas y derechas, se habían negado a ello. En todo el mundo, las clases medias empezaron a crecer. Los sindicatos se fueron olvidando de la revolución y burocratizando, y el control ideológico de la izquierda pasó... a manos de los ricos.

Desde la retaguardia de las clases altas, la fábula se fue configurando como un modelo estético. Para ser de izquierdas ya no era necesario acudir a un mítin obrero, donde olía a sobaco y los camaradas decían palabrotas. Además, los obreros empezaban ya a frecuentar (a crédito) los mismos hoteles que los ricos. De lo que se trataba ahora, pues, era de prohibir los alimentos transgénicos y salvar las ballenas.

Acorde con los nuevos tiempos, la nueva fábula de hoy es audiovisual (la estética obliga). Y los medios de comunicación han encontrado en ella un recurso providencial para compensar su falta de ideas. Ser ecuánime ya no da dinero. Ahora lo que vende es cargar las tintas aquí y allá, ahorrarse el esfuerzo de ser objetivo, e incluso, cuando uno carece suficientemente de ética profesional, crear uno mismo la noticia.

Hoy mismo, sin ir más lejos, han declarado alarma naranja en varias regiones de España por el calor. Parece ser que en unos cuantos parajes la temperatura va a subir de 40º. Cuando yo era niño, temperaturas así eran simplemente una noticia de rutina. No había aire acondicionado, la población se aliviaba con botijos, y sólo los ricos se iban de vacaciones. Ahora, es noticia porque es parte de la fábula. Que es de lo que viven los medios de comunicación.

Entre tanto la izquierda se adapta a la nueva terminología, subsisten algunas contradicciones. La izquierda preconiza el 'progreso', pero se opone a que los países pobres se alimenten cultivando especies transgénicas o se desarrollen emitiendo CO2. Denosta a los 'conservadores', pero es reacia al 'cambio' del clima y defiende la 'conservación' de la naturaleza. Promueve la ayuda a los países pobres, pero no mueve un dedo contra los dictadores que se la embolsan. Y cuando defiende la igualdad de la mujer, lo que en realidad está proponiendo es que las mujeres imiten el modelo de los hombres.

Pero las palabras de la izquierda hay que interpretarlas en el contexto de la Fábula. Y es en ese contexto en el que la izquierda empieza a hablar ahora de desarrollo, agricultura, pesca, economía, etc... 'sostenible'.

No todos se paran a pensar en ello, pero es un concepto peligroso. A falta de definiciones precisas, presumiré que 'sostenible' significa 'que no crece de manera que agote los recursos'. En ecología (la ciencia, no la fábula), la sostenibilidad se establece gracias a los ciclos tróficos. Para que una especie no agote los recursos que la alimentan, tiene que haber otra especie que se alimente de ella. Como nadie está dispuesto a sacar a sus hijos a la ventana para que se los coman los buitres, está claro que en el caso de los seres humanos habrá que encontrar otra solución.

Pero, si los recursos de nuestro planeta son finitos, no hay ninguna solución imaginable que no pase por limitar el crecimiento de la población. (Excepto, quizá, en algún futuro lejano, deportar a un gulag de Marte a los enemigos del progresismo, si es que aún quedan.) Aunque muchos lo han olvidado, hace ya bastantes años que Malthus observó que la población mundial no podía seguir creciendo más aprisa que sus recursos.

No es imposible que la población mundial llegue a estabilizarse dentro de 20 o 30 años en unos 12000 o 15000 millones de habitantes (que ya son habitantes). Pero, para ello, el número de ancianos tendrá que crecer durante varios decenios mucho más aprisa que el de jóvenes. Lo cual, si no queremos renunciar a nuesto nivel de vida actual, es... insostenible. Peor todavía: los 'avances' de la investigación genética podrían dar próximamente con la clave de la inmortalidad o, al menos, prolongar sustancialmente la longevidad de la especie humana. Si esto llegase a suceder, sería catastrófico.

No sé qué será de la izquierda dentro de cincuenta años. Ni lo veré ni, realmente, me interesa demasiado. Estoy seguro de que la Fábula se resistirá a morir, pero ¿qué máscara tendrá que ponerse para hacer frente al Gran Colapso que inevitablemente terminará sobreviniendo? No tengo ni idea, pero de una cosa estoy seguro: no será muy estética.

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