lunes, 8 de octubre de 2007

El atractivo de ellas

Por fin alguien ha cuantificado el atractivo de las mujeres. En función del ciclo menstrual. ¿Cuantificado?, se extrañará usted. Pues sí, aunque parezca difícil. Leí hace algún tiempo en Science que las bailarinas de los clubs de alterne ganan más o menos dinero según la fase de su ciclo hormonal. Resulta que durante la ovulación esas señoritas ganan el doble que durante la menstruación. Ah, y las que toman píldoras anticonceptivas ganan lo mismo durante todo el ciclo: siempre menos que las que no las toman.

 El alcance de un descubrimiento así es enorme. ¿Será posible entonces que las hormonas modulen, o incluso decidan a veces, los caminos de la Historia? ¿La historia del Imperio romano estuvo condicionada por el nivel de estrógenos en la sangre de Cleopatra? Puede. Y eso, sin contar con otro factor posiblemente más influyente todavía: la testosterona.

¿Qué señales imperceptibles impelen a esos trasnochadores de los clubs nocturnos de Nuevo Méjico a deslizar más billetes en el top-less de las bailarinas cuando estas son fértiles? ¿Olores que acceden al cerebro sin pasar por la conciencia? Podría ser un buen punto de partida para delimitar las fronteras de nuestra consciencia. ¿Cuántas moléculas de hormonas por milímetro cúbico son necesarias para que nos demos cuenta de que esos efluvios femeninos son irresistibles?

¿O acaso esas hormonas inducen cambios sutiles en la manera de moverse? Por ejemplo, haciendo que las chicas pierdan esas inhibiciones que les impiden creerse lo que están haciendo. ¿Es posible que en el interior del cuerpo humano se libre una batalla permanente entre las hormonas y las convenciones sociales?

Parece un terreno de investigación interesante. Se podría estudiar, por ejemplo, la frecuencia y la severidad de los trastornos neuróticos en las sociedades en que el lenguaje corporal es más exuberante, y comparar los resultados con los de las sociedades en que la comunicación es más simbólica.

Para bien o para mal, estamos en el siglo de la comunicación codificada: el siglo digital. Las hormonas, de momento, se libran.

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