lunes, 8 de octubre de 2007

La política española

La política española es un monstruo deforme. Tiene muchas cabezas, todas ellas más o menos grotescas. Tiene rabo de diablo y alas de arcángel. Tiene, como en los viejos tiempos, caciques y comisarios políticos. Tiene populistas, arribistas, oportunistas, iletrados. Y tiene un guión copiado de los libros de historia. España es uno de esos países que tropiezan una y otra vez en la misma piedra.

Recuerdo unas cuantas novelas que me apasionaron, y que retratan con sorprendente similitud, creo yo, lo que está ocurriendo ahora en España. "César o nada", de Pío Baroja (me cuesta trabajo no escribir "don Pío Baroja") es una de ellas. Es la historia de un ascenso diseñado, a través de las aguas del poder político de la Primera República. Allí están todos los ingredientes: conspiraciones, intercambio de favores, amiguismos, corporativismo, y el desprecio más absoluto por la voluntad popular.

"¡Viva mi dueño!", de Ramón del Valle Inclán, es más bien una caricatura. O tal vez es que la realidad misma era una caricatura. En cualquier caso, Valle supo reflejar con vívido pincel impresionista la realidad de aquella España. Valle Inclán era, para mí, un escritor genial. Dominaba con la misma maestría el lenguaje de los truhanes de los bajos fondos que el de las clases empingorotadas.

Y la primera novela de Pérez Galdós, "La fontana de oro", que es, para mí también, la más apasionante. La literatura española, a diferencia de los quesos franceses, no ha sabido traspasar sus propias fronteras. Calderón de la Barca y Pérez Galdós son dos buenos ejemplos. Calderón no tiene nada que envidiar a Shakespeare, y P. Galdós, a Balzac o a Dickens. Pero ahí están: en las colecciones de bolsillo publicadas para los estudiantes de bachillerato.

Bachillerato que, por cierto, ahora todos en España llaman "bachiller". No por mor de brevedad, sino por lacra de ignorancia.

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