miércoles, 23 de enero de 2008

Don Luis, don Francisco

Cuentan las crónicas que, en una casa de su propiedad, don Francisco de Quevedo tenía alquilado a don Luis de Góngora y que, sin compadecerse de la avanzada edad del cordobés, lo echó un buen día de allí con cajas destempladas. Sobre esa anécdota escribí, hace años, un soneto en el estilo del Siglo de Oro, con alusiones a la cojera de Quevedo, a su afición a la bota, el vino y la botella, y a los supuestos orígenes hebreos de don Luis.

Las poesías de aquella época eran, al mismo tiempo, adivinanzas construidas con juegos de palabras. En este soneto hay alusiones a todas esas cosas. ¿Jugamos a las adivinanzas?

DE LA MUDANZA DE DON LUIS
DE LA CASA DE DON FRANCISCO

"Cogito, luego existo", había dicho,
calzando sus quevedos en la blanca
puente -no del Pisuerga-, donde arranca
la embotada nariz del susodicho.

"Quítenme allá, por Dios, aqueste bicho
antes que, sin la tranca y la barranca,
se gongorice la antesalamanca
o me monoculicen el capricho".

"Lleven muebles suntuosos con tocino
y versos no mordientes de cecina:
pues que vino queriendo, va quien vino".

Y, rezongando en un latín blasfemo,
un anciano escapó de la cocina
con un perol de ardiente Polifemo.


Entre los grandes escritores coetáneos ha habido a menudo encarnizados antagonismos. Recuerdo que Baroja, en sus memorias, dedica unos cuantos párrafos a poner a parir a Valle-Inclán. Después de despacharse a gusto sobre la vida y milagros de su contemporáneo durante un largo párrafo, parece como que no se queda todavía contento.

Entonces, para rematar la invectiva, apostilla: 'Y, además, tenía escrófula en el cuello'.

Eso se llama saña.

***

1 comentario:

Anónimo dijo...

acabamos de oir lo de Islandia ¿estuviste alli?.........las fotos estan geniales y el fondo de Mauricio Sotelo muy propio.
Ya ves que si alguien te escucha.

 
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