sábado, 5 de enero de 2008

Brave New World (Un mundo feliz)

En la Historia de la Humanidad hay algunas ciudades míticas que, excepcionalmente, no lo han sido por heroísmo: Sodoma, Gomorra, Amsterdam. Llegué por primera vez a Amsterdam en el año 1972. A la espalda llevaba un macuto de montañero y, en el macuto, una tienda de campaña sin suelo que un amigo caritativo había encontrado en su casa, reliquia arrumbada en un armario desde los tiempos de la OJE. Aquella misma mañana estaba yo aún haciendo autostop en Lausana, con la ilusión de llegar a la ciudad que entonces era, para los jóvenes europeos, la Meca de la libertad. Un australiano que pasaba por allí me recogió, y me llevó de un tirón hasta Amsterdam. Un día entero de viaje. Yo me empeñaba en hablarle en inglés, y él se empeñaba en hablarme en francés.

Me apeé del automóvil en la misma plaza del Dam, y me senté entre los supuestos hippies que la abarrotaban. Con mi metro noventa, mi melena, mi barba y mi camiseta desteñida, comprada tiempo atrás en un puesto hippy de Londres, me sentía -cosa rara en mi vida- felizmente integrado. Los hippies, en aquellos tiempos, eran para mí la civilización, y España, un lejano Far West sin horizontes. Al día siguiente, sentado en aquella misma plaza, seguía yo embelesado con mi nueva ciudadanía cuando un chaval de mi edad, vivaracho y rubio, de ojos azules, se me acercó. "Are you Espanis?", me preguntó. "Yes", respondí yo, sabiendo ya, por su acento, que podía igualmente haber dicho "Sí". El tipo aquel me había amargado la tarde. Él también era español, y había intuido que éramos compatriotas.

En poco tiempo nos hicimos muy amigos. Él me propuso que nos alojáramos los dos en su tienda de campaña (que tenía suelo), y yo le dije que podía conseguir colarlo en mi mismo camping. Así hicimos y, días después, terminamos abandonando los dos el camping sin pagar. Unos vascos que se alojaban también allí nos sacaron los equipajes escondidos en su maletero. En aquel mismo camping, emocionado con la ciudad, escribí un breve poema escrito casi al vuelo.

AMSTERDAM CON CORAZÓN
(apunte)

adiós amster-
dam tus palomas de luz
matada tus hippies
sonoros tus
mejillas
de piedra
pálida

adiós
ojos
de casas templadas
asomándose
a los canales
y a los tulipanes



***
Sodoma, Gomorra, Amsterdam. He regresado muchas veces a Amsterdam, y en los últimos años la he visto convertirse aceleradamente en un desaguadero de vuelos baratos. Uno más. Un vertedero de vikingos urbanos fraternalmente unidos por la cerveza y el football. Antes de ellos, Amsterdam era una ciudad libre florecida sobre el humus del cannabis. En aquellos tiempos en que era hermoso fiarse de todo el mundo.
No more. La cultura del alcohol y del consumo ha podido con ella. California, 0; Atila, 1. En los últimos años, los Gobiernos neerlandeses están cediendo a las presiones de Europa y de Estados Unidos, esos dos grandes 'paladines' de la libertad, y están 'limpiando' la ciudad (a su manera). Después de la caída del Muro de Berlín, las directrices están claras: nuestro planeta será un inmenso hipermercado hipócrita donde el tabaco, la marihuana y la prostitución estarán prohibidos (en público), la cultura será un artículo démodé, cada vez más minoritario, y la cirrosis y la violencia masculina seguirán haciendo estragos.
La sociedad soviética -es decir, el modelo totalitario de Orwell en 1984- era un horror, y fracasó. Pero no por razones morales: simplemente, no era vendible. Ha llegado la hora del Brave New World, donde el soma nos es suministrado día a día, en dosis masivas, por los medios de comunicación.
Amantes de la verdadera libertad: temblad. Sólo hay una cosa peor que el comunismo clásico: el comunismo voluntario.

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