domingo, 2 de diciembre de 2007

El hechizo del jabón de cocina

Puede que fueran imaginaciones suyas. Pero desde el día aquel en que, sonriendo dentífricamente ante las cámaras de una agencia publicitaria, había exclamado "¡Es mágico!" mientras su mano mostraba al público una pastilla cuadrada de jabón de cocina, cada día que pasaba se encontraba más guapa.

En el espejo que reflejaba su cara todas las mañanas, las patas de gallo se iban difuminando, y sus mejillas se hacían tersas y sonrosadas. Pronto no encontró ya canas que teñir. Las tallas de las faldas que se compraba eran cada vez más pequeñas. Por fin, cuando constató que sus pechos ganaban firmeza y –oh, milagro- empezaban a sostenerse otra vez solos bajo la blusa, comprendió que no era un sueño: estaba rejuveneciendo.

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