viernes, 18 de septiembre de 2009

El aeropuerto Charles de Gaulle

Tengo una vaga sensación de culpabilidad cuando reproduzco aquí comentarios que he escrito en otros blogs, pero éste que incluyo ahora me parece suficientemente divertido. El blog de Albert Boadella se está perfilando como un pequeño cenáculo donde un puñado de comentaristas glosan con bastante sentido del humor las anotaciones de Boadella, que, como toda su obra, son a la vez lúcidas y divertidas.

El caso es que anoche leí en ese blog un texto suyo sobre la arquitectura moderna, pero no me sentía muy inspirado y me fui a dar una vuelta por la playa. Esta mañana, al despertar, mi cerebro había procesado por mí toda la información que me vino anoche a la memoria, y he escrito el comentario de un tirón. Helo aquí:

"Hace ya muchos años que los arquitectos no diseñan sus obras con el sensato propósito de que uno encuentre el papel higiénico cuando se apaga el temporizador de la luz del cuarto de baño. Ahora los arquitectos diseñan para salir en los libros de texto.

Nunca olvidaré la primera vez que un avión me depositó en el aeropuerto Charles de Gaulle. Inciso: jamás comprenderé la estructura mental de los franceses, y no digamos ya si además son arquitectos. El laberinto de Teseo era un puzzle de la señorita Pepis comparado con aquel 'satellite' en el que de pronto me encontré circulando como un sonámbulo junto con otras veinte o treinta personas que, como yo, eran incapaces de encontrar la salida.

Los japoneses y yo nos mirábamos consternados mientras dábamos vueltas y vueltas a aquel satélite de Piranesi con nuestras maletas a cuestas, para terminar siempre en el mismo pasillo circular. Menos mal que al malnacido del arquitecto (o a los responsables de la señalización) no se les ocurrió decorar también aquel bodrio con una perrita Laika que, a buen seguro, estaría aun más claustrofóbica que nosotros y nos habría mordido en los tobillos. Años después, cuando vivía ya en Barna, donde mis conocidos de Sarrià y San Gervasio se dividían al 50% en abogados y arquitectos, me enteré de que el fautor del susodicho aeropuerto figuraba en los libros de texto de la Escuela de Arquitectura de aquella ciudad.

Uno de los días más felices de mi vida fue cuando leí en los papeles que una parte considerable del aeropuerto Charles de Gaulle se había derrumbado. Los papeles no lo decían, pero yo estoy seguro de que no fue casual: tuvo que ser un comando de pasajeros extraviados y hambrientos, que arremetió en bloque contra las paredes para, en un último intento suicida, conseguir salir de aquella pesadilla."

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