viernes, 10 de agosto de 2018

La rabia del perro

Es difícil encontrar algún vestigio de cultura -o de interés por la cultura- en la sociedad española hoy. No siempre fue así, aunque el peso de la cultura en la vida cotidiana de los españoles ha sido siempre, al menos hasta donde mis recuerdos alcanzan, liviano. La cháchara banal, el football y los temas que van poniendo de moda los generadores de información copan hoy los intereses del país: la moda, la salud, el sectarismo político, los famosos. Ideas cogidas con pinzas, rara vez fundamentadas, exploradas o puestas en tela de juicio. Intelectualmente hablando, España es un país de electroencefalograma plano.

Hubo un tiempo en que teníamos intelectuales -no sólo en España-, aunque muchos de ellos eran ideólogos sectarios. Quizá mejor que hayan desaparecido de la actualidad. Hoy las pocas ideas abstractas que uno consigue rascar en el mundo escrito son expuestas por periodistas, cantantes, deportistas o actores de cine, y tienen la consistencia que uno se puede imaginar.

Lo que yo echo en falta en España es interés por la cultura y espíritu crítico. Hace tiempo que he desistido de encontrarlo, en esta cuesta abajo vertiginosa que parece conducir a una sociedad de sólo dos castas: manipuladores y manipulados. Titiriteros y zombies.

Hace algún tiempo descubrí un sitio web de un periodista español que, harto probablemente de los tejemanejes del mundo periodístico, decidió un buen día establecerse por su cuenta. Sostenido por pequeñas aportaciones de sus oyentes en todo el mundo, emite audios de media hora sobre actualidad política o social y sobre episodios de historia. Emite también programas sobre cine, libros o música, con participación de sus oyentes.

Cierto número de sus oyentes tienen un nivel intelectual sorprendentemente por encima de lo común, pero muchos otros no llegan. Estaba yo escuchando esta mañana uno de esos programas, en esta ocasión sobre libros. Es enternecedor, más que alentador, constatar que todavía hay jóvenes que leen libros, aunque sus comentarios responden a un solo criterio: o me gusta o no me gusta. Pero no saben decir por qué.

Nadie les ha enseñado a analizar un texto. En otras palabras: a aclarar sus ideas. Nadie les ha enseñado a poner una idea en perspectiva, a verificar su coherencia o su fiabilidad. Elementos básicos del razonamiento. Me recuerdan mis largos años de natación solitaria en busca de faros. No es fácil.

Lo que me entristece de todo esto es el desperdicio. El desperdicio de un potencial humano del que sólo llega a aprovecharse una pequeña fracción. Rivalizando con Ortega y Gasset, podríamos definir al ser humano diciendo más bien que "yo soy yo sin mi potencial". Cuanto más desarrollamos nuestro potencial más yo somos. Cuanto más lo desaprovechamos, más borregos, manipulables y simplemente mamíferos somos.

Pero la pobreza espiritual no es lo mismo que la pobreza material. Hay una economía de bienes y servicios, simplemente porque las personas desean esos bienes y servicios. Hubo un tiempo en que esos deseos estaban movidos por la necesidad, pero actualmente aspiramos a muchísimas cosas que, si bien lo miramos, son prescindibles. A condición de que tengamos otras fuentes de satisfacción. Leer un buen libro o escuchar una buena música en lugar de ver un espectáculo deportivo o emborracharse de madrugada. Pintar tú tu propia acuarela en lugar de hacerte un tatuaje. Seleccionar un buen documental en lugar de telenovelas o telebasura.

Abandonar la actitud consumista. Dejarse llevar por la curiosidad. Mover el culo. Acumular dignidad y confianza en uno mismo independientemente del criterio de los demás. Tal vez, incluso, triunfar gracias a tu propio esfuerzo. Todo eso son valores sociales que, si alguna vez existieron, ahora han desaparecido. A diferencia de la moda, el football o la telebasura, nadie pagaría nada por ellos.

Y, sin embargo, son esenciales para que todos seamos más yo. No se me ocurre la manera de cambiar la escala de valores actual. Los manipuladores no quieren quedarse sin manipulados. No tienen ningún interés en fomentar la independencia de criterio, el espíritu crítico, la curiosidad, la capacidad de análisis, la adquisición de conocimientos. ¿Cómo les va a interesar? Si desaparecen los borregos, desaparecen también los pastores.

O, parafraseando a mis abuelos: "Muerto el perro, se acabaría la rabia".

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