miércoles, 6 de mayo de 2020

La espiral - 7

(Comienzo)

Severo Smith yacía entre las sábanas, inmóvil, con el cabello revuelto y un brazo colgando por fuera de la cama. La luz de la lámpara del techo, que Rosario acababa de encender, no le provocó ninguna reacción. Mi sospecha se hacía realidad. Belinda había puesto en marcha algún plan para heredar del viejo millonario, y yo me acababa de quedar sin mi mejor cliente. Apreté los puños.

"Se lo ha cargado. La muy...", dije. "Ven, acompáñame al despacho. Tenemos que encontrar el testamento"

Rosario, inclinada sobre el cuerpo desmadejado de Severo Smith, me miró. A un gesto mío, se apartó con cuidado de la cama y me siguió.

"No te metas en líos, amor. Es importante que no toquemos nada. Voy a avisar a la comisaría"

Sacó del bolsillo su teléfono móvil.

"Tengo que averiguar lo que está tramando esa víbora", gruñí. "No voy a dejar que se salga con la suya".

"Pero este ya no es tu caso. Este cliente ya no necesita tus servicios"

"Me da igual", rezongué, furioso. Y salí de la habitación. Rosario me sujetó por una manga.

De pronto, un estertor pavoroso sonó en el interior del dormitorio. Rosario y yo nos miramos y regresamos corriendo hasta la cama. Tumbado boca arriba y con la boca completamente abierta, Severo Smith roncaba.

Me acerqué a la mesilla de noche y levanté un frasquito de vidrio oscuro que estaba junto a una cucharilla. Lo agité al trasluz. Estaba a medio llenar de un líquido viscoso. Leí la etiqueta.

"Parece un jarabe para la tos"

"Pues cualquiera diría que es un somnífero para elefantes. A este, esta noche, no lo despierta ni una bomba atómica"

"De modo que es así como Belinda se escapa por las noches", murmuré. "No tiene prisa por cobrar la herencia. ¿Para qué? No lo necesita"

"Bueno. Aquí no tenemos nada más que hacer. Anda, déjalo ya por hoy y vámonos a casa"

Dejé el jarabe sobre la mesilla y miré a Rosario con resignación.

"Vamos, si quieres. Pero te advierto que esta noche estoy muy cansado"

Me miró con ternura. La cremallera de su falda se había aflojado y parecía a punto de estallar.

"No te preocupes. Te daré un masaje", dijo. Y tiró de mi mano en dirección a las escaleras.

(Siguiente)

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