jueves, 21 de mayo de 2020

La espiral - 10

(Comienzo)

Nadie parecía interesarse por la chica de la tumbona. Las otras tres, animadas por el champagne, esquivaban entre risas a un tipo más bien bajo, de barba cuidadosamente recortada, que manoteaba sin éxito tratando de atraparlas por la cintura. En el estado en que se encontraba, no era fácil. El tipo aquel se habría perdido en la cabina de un ascensor.

Algo apartado del grupo, Andy contemplaba ahora el mar, acodado sobre la borda. Con aire despreocupado, consultó su reloj. No parecía tener prisa. En la lejanía, los veleros y las gaviotas se entrecruzaban en una danza silenciosa. Una tarde más de tedio en el Club Náutico. A pocos metros de él, riéndose y haciendo aspavientos, una de las chicas se puso de pie en la borda y se lanzó al agua. El tipo de la barba recortada se dejó caer al suelo, agotado. Era evidente que necesitaba una tumbona.

En uno de los pasillos laterales se abrió una puerta. Una mujer joven y rubia, en topless, salió a la cubierta y se acercó sin prisa a Andy, que seguía contemplando el horizonte. Había algo en la forma de caminar de ella que me pareció familiar. Se apoyó en el hombro de Andy y su mano despeinó suavemente el cabello del hombre. Él se apartó de la borda y la abrazó. Quién hubiera podido. Se besaron.

Aquella no era la foto que yo estaba buscando, pero a Severo Smith podría interesarle saber que el amante de su joven esposa tenía otras admiradoras. Aumenté el zoom hasta encuadrar la escena en primer plano y disparé una andanada de instantáneas hasta que sus labios se separaron.

"¿Qué? ¡No puede ser!", exclamé. Aumenté el zoom al máximo y volví a disparar la cámara, varias veces.

No había duda. Aquella mujer rubia era Belinda.

Recogí la cámara a toda prisa, salí de los arbustos y corrí hasta mi automóvil. Junto a la fachada trasera del restaurante, el camarero larguirucho, de espaldas a mí, tiró una colilla al suelo y entró en la cocina. No me había visto. Entré en el coche, arranqué, y volé por la carretera serpenteante que conducía a la ciudad.

Unos minutos después, cuando entré en la autopista y empecé a razonar con más calma, las preguntas empezaron a acudir a mi cabeza. ¿La verdadera Belinda era rubia o pelirroja? ¿Y qué hacía ella a aquellas horas de la tarde en el yate de Andy? ¿Habría vuelto a dejar a Severo Smith en la cama, bajo los efectos del jarabe para la tos?

Me desvié de la autopista y entré en la avenida de palmeras que conducía a la playa. Pronto lo averiguaría.

(Siguiente)

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