domingo, 22 de enero de 2012

El nombre de la calle

Siempre que paso por Playa Chica, en el Paseo de Las Canteras, reparo en el nombre de una calle que me trae resonancias tremebundas. Mi fantasía entonces se dispara y, en algún pasado terrible, imagino hazañas de legionarios heroicos, penitentes arrastrando cadenas en procesiones de Semana Santa, mártires de las Cruzadas, o estigmas de soldados deportados a la isla Molokai. Pero nunca me había tomado la molestia de investigar quién era ese misterioso personaje que da nombre a la calle: el sargento Llagas. Hoy lo he averiguado y, como era fácil de suponer, la cosa no era para tanto.

El sargento Llagas era un sargento de carabineros que vivía en la casa-cuartel del puerto de Las Palmas. Corría el siglo XIX. De creer a los cronistas, aquel edificio era algo así como el camarote de los hermanos Marx. En sólo dos estancias, se albergaban en él el comandante militar, el alcalde de mar, el delegado de sanidad, el alcalde pedáneo, el médico, el boticario y el sacristán de la ermita de La Luz. Cuenta la tradición que, cuando arribaba a tierra algún viajero fatigado por las penalidades de la navegación, el sargento lo acogía en la casa-cuartel y le daba de comer de lo que hubiera en la cocina: cazuela de pescado, escabeche, pan y vino, e incluso café, y acompañaba la comida con las últimas noticias que el viajero, venido de tierras lejanas, sin duda le pedía.


Frente a la casa-cuartel estaba el mesón de su hija, conocida por todos como Seña Rosarito, y rememorada también hoy con el nombre de otra calle no muy lejos del puerto, en el cercano barrio de La Isleta. Según un cronista llamado Cirilo Moreno, la Seña Rosarito era “dueña y señora del puerto, y preparaba como nadie la sopa de marisco”. De cuando en cuando, algunos jóvenes de la capital acudían al lugar montados en su propio burro y, los menos pudientes, a lomos de un borrico de alquiler. Por aquel entonces, para llegar al puerto había que atravesar las dunas de El Refugio. El viento, impenitente en esa parte de la isla, borraba frecuentemente los caminos y trochas que venían de Las Palmas, y no era raro que el pollino, debilitado por el calor y por el esfuerzo de caminar sobre la arena, se cayese con su pasajero a cuestas, o incluso rodase por las dunas hasta terminar encima de él. Los excursionistas, que iban a La Isleta a pasar el día, comían en el mesón de Rosarito y seguidamente, como buenos canarios, dedicaban el resto del día a cantar aires de la tierra y, según la edad, a perpetrar alguna que otra gamberrada, que las crónicas no especifican.


En el año 2000, una excavación arqueológica en la calle Rosarito descubrió dos esqueletos maniatados, testimonio, según los historiadores, del ataque del holandés Van der Does a la isla en el año 1599.


Uno de los puntos de referencia de la calle Sargento Llagas es el bar Texas, ya muy venido a menos, pero superviviente aún de los prósperos años 70, aquella época en que los turistas no habían descubierto todavía la Playa del Inglés. El propietario, Antonio Araña, trabaja en la hostelería desde los once años. Empezó como camarero muy cerca de allí, en un bar llamado Astor, frecuentado entonces por americanos que trabajaban en las plataformas petroleras de la costa africana. Un día, Antonio decidió abrir su propio bar, cuyo nombre escogió porque todos aquellos americanos, según él, eran de Tejas. Por eso, además, les ponía siempre música country.


Los americanos venían cargados de dólares, que se gastaban en los bares y cabarets del puerto hasta que, en los primeros años 80, las cosas cambiaron y dejaron de acudir. En los años buenos, Antonio abría a las diez de la mañana y ya tenía a 15 o 20 en la puerta, esperando. Ahora el Texas está más tranquilo, pero turistas, según él, no faltan. Incluso hay extranjeros de avanzada edad que regresan al bar después de muchos años. La mayoría, mujeres que se enamoraron de camareros y quieren rememorar aquellas horas felices. Algunos clientes, como Horacio, el hijo de Macario el futbolista, viene por allí desde que era un chiquillo. Han venido incluso periodistas suecos, sin que él lo supiese, y luego se ha enterado, por los clientes, de que en Suecia habían publicado algún reportaje sobre su bar.


Además de la barra, las mesas y las fotos que los clientes han puesto en las paredes, un elemento inseparable del bar Texas es el camarero Emilio Monagas, que lleva ya 30 años trabajando allí. La gente cree, incluso, que Antonio y él son los dueños, pero no, él es sólo un camarero. Empezó a trabajar en el Texas a los treinta y tantos y, si Dios quiere, se piensa jubilar en él. Los americanos eran tipos muy fuertes y rudos, explica, pero eran también gente muy buena. De vez en cuando había algún follón, claro, porque se tomaban muchas copas, pero dentro del bar nunca hubo problemas, porque eran muy respetuosos y, antes de empezar la pelea, salían a la calle.


De entonces recuerda Emilio a clientes muy queridos, como el gran boxeador Cloroformo Cabrera, gran amigo y compadre. Ahora, el cliente más viejo que tienen es un noruego al que llaman Finn, que vive allí al lado. Es pensionista. Emilio lo conoce desde que empezó a trabajar en el Texas. Pero hay muchos, muchos más. Tantos, que no sería capaz de nombrarlos a todos.



A partir de hoy, cuando pase por la calle del Sargento Llagas ya no pensaré en el lazareto del padre Damián ni en héroes mutilados en guerras de religión, sino en la sopa de Rosarito, en las dunas de Las Canteras y en los americanos de Tejas que frecuentaban el bar de Antonio Araña. Que eran, según dicen, todos ellos buena gente.


Y mi recuerdo de Las Palmas será, estoy seguro, un poquito más entrañable.



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martes, 17 de enero de 2012

S.O.S.

"¡Hola! Este es el servicio de emergencias de la Comunidad Autónoma de Barataria. El coste de esta llamada es el mismo que el de una llamada estatal, si llamas desde un teléfono fijo, o el que hayas contratado con tu operador para los números que empiezan por..."

"¡Socorrooo!"

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"... punto com. Para tu seguridad, te informamos de que esta llamada podrá ser grabada. Por favor, dinos cuál es el motivo de tu llamada..."

"... y no encuentro el camino. Además, creo que me he roto un brazo..."

"Si has tenido un accidente, pulsa... uno, o di en voz alta 'accidente'. Si has sido o estás siendo objeto de una agresión, pulsa... dos, o di en voz alta 'agresión'. Para cualquier otro motivo, pulsa... tres, o di en voz alta 'otros'"

"¡Las tres cosas a la vez!"

"Disculpa, pero no te hemos entendido. Si has tenido un accidente, pulsa... uno, o di en voz alta 'accidente'. Si has sido o estás siendo objeto de una agresión..."

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"Tu respuesta ha sido... ... ... Otros. ¿Es correcto?"

"¡Sí!"

"Muy bien. Por favor, dinos cuál es el motivo de tu llamada"

"¡Me he resbalado por un terraplén y me he caído en un panal de abejas! Estoy corriendo por el bosque, pero no sé si voy en dirección a..."

"Tu respuesta ha sido... ... ... 'Tres balas... con un perro al tren'. ¿Es correcto?"

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"Por favor, dinos cuál es el motivo de tu llamada. Si has tenido un accidente, pulsa... uno, o di en voz alta 'accidente'. Si has sido o estás siendo objeto de una agresión..."

"¡¡¡Quiero hablar con un ser humano!!!"

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"Has seleccionado la opción 'Otros motivos' ¿Es correcto?"

"¡Sí!"

"No te retires. Te paso con un operador... [Música entrecortada de David Bisbal, muy fuerte]... En este momento, todos nuestros operadores están ocupados. Te recordamos que también puedes contactar con nosotros en nuestra página web: uve doble... uve doble... uve doble..."

"¡Por favor! ¡Tengo un brazo roto, y me está picando un enjambre de abejas. Además, me caí encima de un oso que estaba comiéndose la miel, y que me está persiguiendo...!"

[Música entrecortada de David Bisbal, muy fuerte]... En este momento, todos nuestros operadores están ocupados. Te recordamos que el coste de esta llamada... Clic. Clic. Crac... Un momento, por favor... Si deseas información sobre nuestros productos, pulsa... uno... o di en voz alta 'productos'. Si llamas desde otra Comunidad Autónoma, pulsa... dos, o di en voz alta 'directorio telefónico de otras Comunidades Autónomas'. Para cualquier otra consulta, pulsa... tres"

"¡Socorroooo!"

"Disculpa, pero no te hemos entendido. Si deseas información sobre nuestros productos..."

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"Disculpa, pero no te hemos entendido. Si deseas información..."

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sábado, 14 de enero de 2012

Mirada atrás

Supongo que, con el tiempo, es inevitable mirar más hacia atrás. En los primeros años de la vida el instante pesa abrumadoramente más que el pasado, pero los recuerdos son un universo que empieza con un big bang y, con el tiempo, llega a estar tan poblado que necesitamos telescopios para explorarlo. Uno de esos telescopios es el que yo desplegué la otra noche, como quien dice sin querer. Mi magdalena de Proust: unas postales antiguas halladas entre las páginas de un libro.

Las postales me retrotrajeron a una generación de amigos poco más que adolescentes. ¿Qué habría sido de ellos? El oráculo Google vino en mi ayuda. Fui probando nombres, huroneando enlaces, siguiendo pistas, y no tardé mucho en encontrarme con las imágenes de aquellos antiguos amigos, un poco más que madurados por el paso del tiempo. Las imágenes, además, iban acompañadas de información suficiente para reconstruir el trazo grueso de sus respectivas trayectorias.

Por lo menos en dos casos, que llamaré Julián y Milán. Los tres nos llevábamos estupendamente. Es fascinante ver cómo aquellos rasgos de carácter, que por entonces nos parecían sólo la sal y pimienta de la vida, nos han ido empujado por caminos tan divergentes. La tentación de sorprenderlos con una visita me duró poco. No tendríamos nada de qué hablar.

Julián estudió Matemáticas y, cuando empezó a trabajar, lo hizo como informático. Tenía los ojos profundamente negros. A su mirada intensa, siempre un punto incendiada, se sumaba una voz grave y resonante. Era racionalista a ultranza y, con esa pizca de elegancia intelectual que siempre ha conferido el trotskismo, pasó de las algaradas estudiantiles a la acción política clandestina. Años después, sin embargo, empezó a interesarse por la psicología de Jung, primero, y en seguida por el tao y las filosofías orientales en general. Un día, me lo encontré y me contó que había aprendido cierta técnica de respiración que servía de base para algo así como un psicoanálisis iniciático, cuya descripción me puso los pelos de punta. Incluso me envió un par de veces invitaciones a aquellos cursillos, que yo ignoré.

Después, le perdi la pista. Ayer lo vi fotografiado en una especie de consulta médica, con la misma mirada penetrante aderezada ahora por una perilla a lo Genghis Khan. Es la cabeza visible del movimiento en España. Ha creado su propia escuela filosófica, y ejerce como terapeuta o guía espiritual en esa curiosa variedad de aquelarres emocionales que, por lo visto, lo dejan a uno nuevo. De la informática ya ni se acuerda.

Milán era el más superficial de los tres y, quizá por eso mismo, el que más éxito tenía con las chicas. Tocaba la guitarra y cantaba -cantábamos- durante horas y horas todas aquellas canciones que tanto nos gustaban. Tenía un carácter débil, más de adolescente que de adulto, que no le impidió, años después, ingresar también en la clandestinidad y también en el selecto olimpo trotskista. En cierta ocasión me invitó a su piso de estudiante y, apenas traspuse el umbral, me indicó con un aspaviento que bajara la voz. Señaló una de las habitaciones. "No hables alto, que el obrero está durmiendo". El obrero era el único militante de su partido que no era estudiante, y lo mimaban como un jarrón de la dinastía Ming. Eran las 12 del mediodia, y el obrero seguía durmiendo. De hecho, nunca lo llegué a conocer.

Cuando llegó la democracia, Milán ingresó en el PSOE con la intención solapada de radicalizar a sus militantes y repoblar con ellos los páramos de la cuarta internacional. Pocos años después me enteré de que ocupaba un alto cargo en la Administración regional. Había estudiado Económicas, aunque nunca fue un alumno muy brillante, y él lo sabía. Anoche lo pude ver hablando en Internet, todavía con el mismo aire inofensivo, siempre superficial en sus disertaciones pero, por alguna razón, todavía lánguidamente simpático. Y me recordó al protagonista de mi segunda novela. Quizá, como él, éste también sobrevive porque no molesta.
Y cuando digo sobrevive, digo poco. La lista de cargos institucionales que simultanea es inacabable. Me intriga cómo, con un bagaje personal tan poco impresionante, ha podido este hombre trabar una red de contactos tan extensa en los camerinos del poder. Una de las noticias que hablaban de él informaba de su detención por la Guardia Civil, por pertenencia a una trama de subvenciones no justificadas, en los años 90. Y una segunda detención, unos cuantos años después, por razones parecidas. Pero de juicios ningún periódico menciona nada, y el hombre sigue ahí, tan tranquilo, dando charlas sobre las cenefas de la nada y ocupando jefaturas a diestro y siniestro. Me incomoda decirlo pero, pese al cúmulo de evidencias que pesan contra su persona en los dos casos de corrupción, sigo sintiendo simpatía hacia él.

Julián y Milán, cada uno en un planeta exótico de una galaxia diferente. Pliego el telescopio y me voy a dormir.  En fin de cuentas, para ser lo que somos, y no para otra cosa, hemos nacido.


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