domingo, 17 de septiembre de 2017

Guionistas

No sé quién sacó la moda de atribuir todo el mérito de las películas a sus realizadores, pero los guiones son mérito exclusivo de los guionistas, cuyos nombres rara vez alcanzan la fama. El director lo único que hace es seleccionar (o encargar) un guión y llevarlo a la pantalla con mayor o menor acierto. Un ejemplo típico fue Berlanga, a quien se atribuyen casi todos los lustres que en realidad eran de Rafael Azcona. Un antiejemplo fue Ed Wood, que escribía sus propios guiones y que está ampliamente considerado como el peor director y guionista de la historia del cine.

Un caso intermedio fue la película Casablanca, basada en una obra teatral previa, y en cuyo guión participaron varios guionistas al mismo tiempo. La Casablanca que todos conocemos hoy fue lo que fue por puro milagro. Se rodó en 10 semanas, totalmente improvisada, batallando con la censura, y prácticamente toda en estudios. La línea final ("Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship") fue escrita después de terminar el rodaje, y hubo que llamar a Bogart un mes después para que acudiera a leerla. Durante todo el rodaje, Ingrid Bergman ni siquiera sabía a cuál de los dos hombres amaba realmente su personaje. Y, debido a la diferencia de altura entre ella y Bogart, que era 5 cm más bajo, Curtiz pidió a éste que para las escenas románticas se apoyara sobre unos ladrillos y, en el sofá, sobre unos cojines.

El tema más famoso de la película, "As time goes by", estaba ya escrito, y pertenecía a la obra teatral original. Max Steiner, a quien se encargó oficialmente la música de la película, quería escribir su propia banda sonora, pero Ingrid Bergman ya se había cortado el cabello para su siguiente película y no pudo rodar de nuevo las escenas ya filmadas. Precisamente aquellas que hicieron de la película un mito.

Y lo más divertido de todo: la escena final del aeropuerto fue filmada con un avión de cartón. Para que el avión pareciera más convincente, se esparció niebla artificial por todo el estudio, y se usaron extras enanos para dar mayor perspectiva a la imagen.

Los intelectuales, siguiendo su costumbre, han visto en aqulla película lo que han querido. El insoportable Umberto Eco escribió que "se mire como se mire, Casablanca es una película muy mediocre." Le atribuía "escasa credibilidad psicológica, y poca continuidad de sus efectos dramáticos". Casualmente, eso es lo que yo habría dicho de El nombre de la rosa, o de El péndulo de Foucault. Para mí, en cambio, esa magia de guiñol bien hecho es, precisamente, la verdadera magia del cine.

Porque, para el verdadero creador, la escasez de medios es a menudo el mejor acicate. El cine en blanco y negro, los dibujos animados planos, el blues primigenio o las representaciones teatrales espartanas tienen un potencial expresivo que pocos creadores contemporáneos alcanzan. El exceso de medios nos ha abocado a un barroco vertiginoso en el que las ideas, recicladas una y otra vez, sólo sorprenden a las nuevas generaciones, que no han conocido los clásicos. Un ejemplo sobresaliente es la película Matrix, en la que yo no encontré ni una sola idea original y que, sin embargo, para muchos jóvenes es ya todo un mito.

Siempre que menciono este tema me acuerdo de la iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia. Hace algunos años me alojé en un hotel cercano, desde cuya ventana se podía ver entera la fachada de aquella iglesia. Es una fachada de aspecto modesto, cuyo contorno superior es simplemente una línea curva sin pretensiones. Pero las proporciones de aquella curva sugieren todo un universo de armonías geométricas. Para mí, aquel contorno es el ejemplo supremo del arte: expresar mucho con pocos medios.

Por eso me gusta particularmente el lenguaje de los guiones de cine. Pero mis escasas incursiones en el género han sido frustrantes. El guionista es tratado, por lo general, como una especie de palanganero del director y, a menudo también, del productor e incluso de los actores. He visto películas abominables basadas en guiones magistrales, y uno está tentado de pensar que el cine actual mejoraría mucho si los guionistas pudieran producir sus propias películas. Pero los años del llamado 'cine de autor' produjeron algunas de las películas más soporíferas del séptimo arte, particularmente en Francia.

Aunque quizá lo malo de aquel cine no fue la autoría, sino la ideología de sus autores. Esperemos, pues, que algún día un nuevo cine independiente consiga sorprendernos y emocionarnos como a muchos nos emocionan todavía aquellas maravillosas escenas improvisadas de Casablanca.


Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

 
Turbo Tagger