viernes, 12 de junio de 2020

La espiral - 13

(Comienzo)

El local de Andy estaba precintado, y a su alrededor el callejón estaba desierto. A la luz del día, el lugar se veía desolado. La pintura del portón, desconchada, dejaba ver aquí y allá remaches oxidados y trazos inconexos de viejos graffiti. Sobre el dintel, las letras del rótulo de neón aparecían tiznadas de un polvo negruzco que había resistido ya muchas lluvias y podría resistir sin dificultad el diluvio universal. El rótulo decía

"Glamour 2"

La m, descolgada a medias, parecía anunciar los pechos de las camareras que esa noche no servirían ya cubalibres a ningún gordo seboso ni balancearían sus nalgas desnudas bajo los focos del escenario. Examiné la fachada. Las ventanas de la primera planta estaban demasiado altas, y el edificio colindante parecía una antigua fábrica abandonada. 

Nadie me veía. Agachándome, pasé por debajo del precinto y empujé el picaporte. No cedió ni un milímetro. La cerradura, de seguridad, no parecía fácil de forzar, como no fuera empotrándole un bulldozer con los frenos averiados. No tenía sentido seguir intentándolo. Salí de nuevo a la acera y me quedé mirando el rótulo. Glamour 2... ¿Existiría un Glamour 1? Saqué el teléfono del bolsillo y marqué el número de Rosario.

"Estoy en la oficina, chati", anunció la voz de Rosario. "Ahora ando muy ocupada, pero salgo a las seis. ¿Te espero en casa?"

"Eee, sí, claro. Sólo quería saber por qué habéis precintado el local de Andy. Ya sabes, el amiguito de Belinda. ¿Qué es lo que ha ocurrido?"

"Yo no estoy asignada a ese caso, pero dime el nombre del local y veré qué averiguo"

"Glamour 2"

"De acuerdo. Luego nos vemos"

"Ah, y averigua también si existe un Glamour 1, y dónde está"

"Vale, lo miraré. Adiós"

Cortó la comunicación. Consulté mi reloj de pulsera. Era ya casi la hora de almorzar. La posibilidad de regresar a casa, comerme la última lata de atún con unas rebanadas de pan de molde y comprobar que la botella de bourbon se había terminado duró sólo unas décimas de segundo en mi conciencia. Caminé hasta mi coche, abrí la portezuela y me senté al volante. Un deseo mucho más irresistible se había apoderado de mí. Irresistible, pero no nuevo.

El Club Náutico estaba a apenas cinco minutos de allí.

(Siguiente)


Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

 
Turbo Tagger