domingo, 4 de agosto de 2019

Periodos

El tiempo y el espacio sólo se diferencian en los instrumentos con que los medimos. Si yo decido ir caminando desde el Big Ben hasta Trafalgar Square, al terminar mi paseo el espacio que habré recorrido será una parte de la circunferencia terrestre, y el tiempo que habré invertido será una fracción del movimiento de la Tierra alrededor del Sol.

Curiosamente, a pesar de habitar sobre un planeta esférico nuestro concepto del espacio está basado en la vertical y en la horizontal, y tuvieron que transcurrir muchos siglos después de Euclides hasta que averiguamos que el Universo, en realidad, aborrece las líneas rectas y los planos. Pero, a la escala en que nos movemos, eso son sutilezas, y medir en línea recta sigue dándonos una buena aproximación.

El tiempo, en cambio, es difícil de concebir sin pensar en ciclos. Al fin y al cabo, dormimos todas las noches, las mareas y los relojes oscilan, la luna llena y la luna nueva se persiguen infatigablemente, y los solsticios y equinoccios se repiten todos los años por las mismas fechas. No es, pues, de extrañar que nuestro lenguaje contenga palabras para todos esos períodos, para sus múltiplos y divisiones, y para otros que nuestras costumbres han ido creando. Mucho más que el espacio, es el tiempo el que realmente marca nuestras vidas.

Con el paso de los siglos, sin embargo, muchas de esas palabras han terminado vinculadas a episodios o tradiciones específicos, y el léxico que mide el tiempo ha ido perdiendo coherencia. La cuaresma es la única 'cuadragésima' que conocemos, y la menstruación es un ciclo 'mensual' específicamente asociado a las mujeres. "Espérame un segundo" y "espérame un minuto" son prácticamente intercambiables, y en México 'ahora', 'ahorita' y 'ahoritita' miden escalas de tiempo tan diferentes como 'posiblemente nunca', 'un día de éstos' y 'en seguida', respectivamente.

En la Grecia contemporánea el tiempo se mide en temporadas turísticas, pero en la Grecia antigua se medía en olimpíadas, que eran los períodos de cuatro años que transcurrían entre unos juegos olímpicos y los siguientes. Para nosotros, sin embargo, 'juegos olímpicos' y 'olimpíadas' son ahora sinónimos, lo cual no es sorprendente, ya que las mónadas son un concepto filosófico, las tríadas son conjuntos de tres cosas, y las lusíadas son un poema épico (bellísimo, por cierto) de Luis de Camoens. Para añadir más leña al fuego de la confusión, en Honduras llaman 'olimpíadas' a los exámenes de recuperación de las asignaturas suspendidas. En España, que cosecha ya una larga tradición de confusiones entre pelo y cabello, vidrio y cristal, paro, huelga y desempleo, etc., se ha perdido también la distinción entre la paga semanal, o salario, y el sueldo, que era hasta no hace mucho lo que los españoles cobraban todos los meses.

Algunas series de conceptos cronológicos se mantienen sólo parcialmente. Se habla de bienios, trienios, cuatrienios, quinquenios, sexenios y septenios pero, dado que nadie parece necesitar los octenios o los nonenios, hay un salto en el vacío que conduce a... las décadas. En algunos nichos lingüísticos particularmente combativos se habla todavía de decenios, pero la batalla está perdida. Por desgracia, tal vez, ya que, según el DRAE, una década puede ser nada menos que un conjunto de diez cosas, diez soldados, diez días, diez años, diez libros o diez capítulos.

Los días de la semana también tienen sus incoherencias. Los primeros cinco están dedicados a la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, pero el sábado recibe su nombre del sabbath, el día de descanso de los acadios, originalmente, y de los judíos después, y el domingo no es otra cosa que el 'Domenicus' o día del Señor. En inglés, en cambio, el sábado (Saturday) está dedicado a Saturno y el domingo (Sunday) al Sol. Curiosamente, en alemán (como en ruso y en polaco) el miércoles es, nadie sabe muy bien por qué, el Mittwoch o 'día de enmedio' de la semana.

En el siglo XVII, James Ussher, arzobispo de Armagh por aquel entonces, determinó, después de arduas investigaciones (que sin duda no incluyeron una visita a las pirámides de Egipto), que el Universo fue creado exactamente el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo. A partir de esa fecha, Ussher concluyó que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso el 10 de noviembre de ese mismo año, y que el arca de Noé arribó al Monte Ararat unos dos mil quinientos años después, el 5 de mayo de 1491 antes de Cristo.

Y seguidamente, para rizar el rizo, puntualizó: "Era miércoles".

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