Rosario ha desaparecido. No le llama, no está en casa, nadie sabe de ella en la comisaría. ¿La habrá secuestrado Katia, movida por los celos? ¿O ha intentado investigar por su cuenta y los amigos de Andy la han descubierto?
De pronto se da cuenta de que esta siguiendo ya a dos mujeres. Una, por motivos profesionales, y la otra por... No consigue explicarse por qué. Rosario era cariñosa. Empalagosa, más bien, pero a pesar de sus macarrones, sus arrumacos y sus insinuaciones permanentes, que lo dejaban exhausto, tenía que reconocer que sentía afecto por ella. No era una mala persona, se dijo, a modo de justificación.
El problema era que no tenía ninguna pista por donde empezar a buscar. La trama que envolvía a Belinda era ya suficientemente compleja, y aparentemente Rosario no tenía ninguna relación con ella. Tendría que desdoblar sus investigaciones.
Más por intuición que por raciocinio, decidió empezar visitando otra vez la terraza del Club Náutico. Quizá porque el camarero del tatuaje era el menos sospechoso de todos los personajes de la trama. De él, pensó, sí se podria fiar.
Desde luego, si ni siquiera el camarero era fiable estaba definitivamente perdido. En manos de unas fuerzas que él no podría controlar. Sin darse cuenta, había generado una espiral que lo estaba arrastrando.
Quizá lo mejor sería dejarse llevar.
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