Hace tiempo que quiero escribir algo sobre la conciencia. Es un problema al que a veces doy muchas vueltas, siempre sin llegar a conclusiones claras. Leyendo hoy un artículo sobre Gustav Fechner, se me ha ocurrido una definición de 'conciencia'. un objeto es tanto más consciente cuanto más imprevisible es. Podemos pensar que una oveja en un rebaño es menos consciente que fuera del rebaño, o que una persona acomodaticia es menos consciente que una inquieta. Entonces, ¿es posible que las plantas tengan algún grado de conciencia?
Veamos. Uno es más imprevisible cuando tiene más grados de libertad. O bien por naturaleza, o porque es un buscador infatigable. En cualquier caso, tener mucha libertad no significa necesariamente ser más imprevisible. Significa tener más alternativas entre las que elegir. Y 'elegir' significa decidir cuál de esas alternativas satisfará mejor el impulso de actuar.
Para decidir eso hay que sopesar antes las alternativas; valorarlas en función de, básicamente, dos criterios: lo que nos atrae y lo que nos aleja. Simplificando al máximo: la sexualidad y la guerra. Podríamos añadir: la empatía y el desagrado. Pero esas cuatro simplificaciones están movidas por las emociones. Y las emociones dependen de demasiados factores sutiles para ser previsibles. ¿Esa pizza de champiñones nos gusta sólo por el sabor de los champiñones, por su aroma, o porque de niños nuestra abuela nos llevaba a recoger setas al bosque? ¿O porque comiendo una pizza como aquella conocimos a nuestro gran amor?
Todo eso, y probablemente mucho más, hace que las emociones sean imprevisibles. La imprevisibilidad no radica en la libertad, sino en las emociones. Por eso, según mi definición inicial de conciencia, un objeto tendrá tanta más conciencia cuanto más complejo y sutil sea su mundo emocional. ¿Las plantas? Es dudoso que tengan emociones. ¿Imprevisibles? Tal vez, pero no más imprevisibles que un juguete mecánico.
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