Paseando por la playa, Robinson encuentra sobre la arena un libro que el mar ha arrojado a la orilla. Sus páginas están mojadas, y no se atreve a abrirlo para no deteriorarlas. Lo dejará secar. En su remota isla, cualquier vestigio de la lejana civilización es un enorme consuelo. Con el libro mojado entre sus manos, como si fuera una reliquia, se dirige hacia su cabaña y, una vez allí, lo pone a secar al sol, sobre una roca plana.
A la mañana siguiente las páginas se han secado. Robinson toma el libro entre sus manos, avariciosamente, trata de aplanar las rizadas hojas haciendo presa contra sus dos tapas y, por último, se sienta a leer.
Es un diccionario. Habría preferido una narración, real o imaginaria, pero no importa. Para él, cualquier recuerdo del mundo que dejó atrás es reconfortante. Lo abre al azar, y su dedo índice se detiene en una palabra. Lee en voz alta.
A la mañana siguiente las páginas se han secado. Robinson toma el libro entre sus manos, avariciosamente, trata de aplanar las rizadas hojas haciendo presa contra sus dos tapas y, por último, se sienta a leer.
Es un diccionario. Habría preferido una narración, real o imaginaria, pero no importa. Para él, cualquier recuerdo del mundo que dejó atrás es reconfortante. Lo abre al azar, y su dedo índice se detiene en una palabra. Lee en voz alta.
"Fe:
- Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia.
- Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública."
El sol de la mañana es templado, y la brisa, suave. Robinson cierra de nuevo el libro, entorna los párpados y piensa...