Después de veintiocho años de matrimonio, la rutina había engullido su vida en común. De lunes a viernes, él se levantaba invariablemente a las siete y diez, se aseaba, se vestía y se despedía de ella con un beso en la dormida mejilla. Por la tarde, cuando ella regresaba del estudio (era arquitecta), él estaba ya en pantuflas leyendo las noticias en el sillón de siempre, bajo la lámpara de pie, junto a la vieja foto de recién casados.
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sábado, 21 de diciembre de 2013
La máquina de Ramírez
a las 16:31
Palabras clave: juventud, matrimonio, revivir, rutina
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