(Comienzo)
El problema de los indefinidos me intriga desde hace más de veinte años. Hace unos meses expuse en este blog una formalización del artículo indefinido que recogía las dos posibilidades -incompatibles desde el punto de vista de la cuantificación- que asociamos a esta partícula. "Vuela un pájaro" es sinónimo inequívoco de "[En algún lugar] hay un pájaro que vuela", pero "Un pájaro vuela" puede ser también sinónimo de "Los pájaros (como concepto genérico) vuelan", en el mismo sentido en que podríamos decir, por ejemplo, "Un rey no se inclina ante sus súbditos". Sin embargo, la formulación que yo expuse aquí no terminaba de parecerme satisfactoria.
No es que no sea formalmente correcta. Pero no explica por qué el destinatario de la información opta por uno de esos dos significados -y, casi siempre, acierta-. ¿Tendremos que recurrir, como la física en tiempos pretéritos, a un éter hipotético que explique lo que no sabemos explicar de otro modo? A esa desoladora conclusión me conducían todas mis cavilaciones, y de ahí mi insatisfacción permanente.
La otra noche, sin embargo, justo cuando estaba a punto de dormirme, una chispa saltó en mis pensamientos. Debido a mi trabajo, no puedo dedicarle a la lingüística todas las horas que yo quisiera. Y, con los años, he descubierto que tampoco es conveniente. Porque el cerebro (el mío, al menos) necesita tiempo para procesar las ideas, y una parte de ese trabajo no es consciente sino, en gran medida, automática.
Contra mis deseos muchas veces, he llegado a la conclusión de que la mejor forma de abordar los problemas es como sigue. Uno escoge un asunto que le intriga, le da vueltas y vueltas, rebusca todas las conexiones que se le ocurren, y lo deja reposar. En el trasfondo, sin que uno sea realmente consciente de ello, los pensamientos se combinan y se recombinan, sin desdeñar las aportaciones que pueden obtener de la vida cotidiana. Y así sucede a veces que, meses o incluso años después, una mañana al despertar o, como en este caso, una noche antes de quedarse dormido, salta la chispa.
El caso es que unos meses más atrás se me había ocurrido diseñar un parser basado en el formalismo de categorías-ejemplares. La idea no es nueva. De hecho, fue una de las primeras ideas que exploré hace ya más de veinte años, aunque en aquel momento la fruta estaba todavía demasiado verde para ser comestible. Como los lingüistas tontos saben, un parser es un analizador sintáctico. Curiosamente, en la era de la teoría de cuerdas y de la decodificación del genoma, todavía nadie ha dado con un modelo de parser que analice (y, por consiguiente, explique) satisfactoriamente la sintaxis humana. Es más, que yo sepa ni siquiera se ha demostrado matemáticamente la posibilidad o imposibilidad de un tal modelo.
Inmerso como estaba en una mudanza de piso y agobiado por el trabajo, yo me había limitado a escribir en unas cuantas líneas un borrador del parser que quería volver a investigar. A medida que escribía, empecé a intuir que la idea clave era desacoplar el tiempo verbal del verbo. En efecto, las variantes 'comí', 'como', 'comeré' forman una categoría, y esa categoría no puede ser otra que el tiempo verbal (en inglés, tense). Separando esa categoría en forma explícita del verbo, podríamos escribir por ejemplo, en lugar de 'comí', 'habría comido' o 'comeré':
'proceso(comer)' + D
donde el tiempo verbal D denota uno de los ejemplares de la categoría: pasado/presente/futuro/condicional/...
Esta categoría es relativamente abstracta, y remite claramente a una estructura temporal, es decir, unidimensional (la estructura S1), de modo que me pareció más natural adverbializarla. ¿Cómo? Muy sencillo. Dividimos la línea temporal en tres tramos, y expresamos el tiempo verbal como un punto perteneciente a uno de esos tramos. El resultado vendría a ser algo así como:
comí -> proceso(comer) en un punto temporal del pasado
De hecho, ese punto temporal del pasado no sale de la nada, sino que está ligado a otros puntos temporales que ya han sido o serán mencionados en el transcurso de la conversación. Si me acerco a un interlocutor y le espeto sin prolegómenos 'Comí', mi interlocutor tendrá que pensar un tanto para deducir posibles situaciones en que mi afirmación tenga sentido. En otras palabras, tendrá que buscar un contexto en el que mi afirmación encaje en su representación de la realidad.
De manera que el tiempo verbal no se limita a situar el verbo en una época temporal, sino que remite además a un contexto ligado a esa época temporal. El lenguaje humano es una herramienta que utilizamos para construir una representación de la realidad. La aseveración 'comí' implica un 'entonces', y ese entonces está a su vez relacionado con todas las demás cosas que, en mi representación de la realidad, sucedieron en ese entonces.
Una vez descompuesto el verbo en un proceso o evento (expresable por consiguiente en forma sustantival) más una referencia temporal, ¿cómo podemos interpretar expresiones que contienen un sustantivo indefinido como, por ejemplo, 'una rana salta'? En términos sintácticos, la situación sería la siguiente:
una + rana + salto + D
donde D representa, en este caso, el tiempo verbal 'presente'. Ahora bien, a diferencia del pasado o del futuro simples, el tiempo verbal 'presente' no siempre denota el tiempo presente. 'Los pájaros vuelan' son un ejemplo claro de ello. Podemos decir, por ejemplo:
"Salgo de la estación y recorro el paisaje con mi mirada. El cielo está despejado. A mi alrededor, los árboles retoñan y los pájaros vuelan"
o, por el contrario:
"Las ranas saltan, los peces nadan y los pájaros vuelan"
En el primer caso mi descripción está sucediendo en un presente narrativo. No ahora mismo, para lo cual ya tenemos la forma 'los pájaros están volando'. En la medida en que no adscribe la acción a un presente concreto, el tiempo verbal 'presente' es, pues, un concepto indefinido.
En el segundo caso, no nos estamos refiriendo a un presente específico en el que los pájaros vuelen. Estamos afirmando que el concepto X en la expresión "X vuela" tiene como caso particular 'los pájaros'. Incidentalmente, esto explica que aceptemos la expresión como válida pese a que los pájaros con un ala rota o los pájaros de escayola no vuelen: aunque nosotros tendemos a interpretarla como una universalización, "los pájaros vuelan" expresa, en realidad, una particularización.
Llegamos ya al final. Esa interpretación dual del tiempo verbal 'presente' sería precisamente la que decidiría el sentido del artículo indefinido como cuantificador. Cuando decimos "una rana saltó" no tenemos margen para dudar de que lo que saltó era una rana real y de que el salto acaeció en un instante concreto del pasado. Cuando decimos "una rana salta", la partícula 'una' se combina con el tiempo verbal D, se desambigua en primer lugar como cuantificador y, seguidamente, activa una ampliación en la representación semántica del intérprete de la información. Ese 'seguidamente' que acabo de escribir implica la posibilidad de verificar o refutar mi hipótesis experimentalmente.
A primera vista, la solución no parece otra cosa que trasladar el problema del artículo indefinido al tiempo verbal. Pero, como hemos visto unos párrafos más atrás, el tiempo verbal está siempre muy vinculado a un contexto, y es por lo tanto mucho más fácil de desambiguar.
Por supuesto, nos falta aún por formalizar la ambigüedad del tiempo verbal 'presente'. Pero ese tema será el objeto de un nuevo artículo de la didáctica serie 'Lingüística para tontos'.
A vuestra salud, lingüistas tontos, y hasta otro día.
(Continuación)
domingo, 20 de septiembre de 2009
Lingüística para tontos IX - Indefinidos otra vez
a las 11:58
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