Los servicios de seguridad de no sé qué aeropuerto han puesto en marcha un sistema de visualización que 'desnuda' a los pasajeros antes de entrar a los aviones para cerciorarse de que no llevan armas. Por el momento, funciona sólo a título experimental y voluntario. Los legisladores de la UE lo han dejado, de momento, en suspenso, porque tienen 'dudas' sobre la legitimidad del nuevo sistema. ¡Dudas! La noticia es ya de por sí deprimente, pero lo que me produce terror son las respuestas de personas entrevistadas por la calle, seleccionadas, nunca se sabe con qué criterio, por una emisora española de televisión basura (y disculpen la redundancia).
Pues bien, la inmensa mayoría de los entrevistados se declaraban conformes con la nueva medida de seguridad. Debo aclarar que los entrevistados no eran ovejas, o bueyes castrados, sino seres humanos. Algunos, incluso, respondían sonrientes. "Si es por seguridad..." Big Brother, Big Brother, estás ya a la vuelta de la esquina.
La cosa se está poniendo fea. Se suponía que el ciudadano de un país democrático es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Entonces, ¿por qué someternos siquiera a un control de metales? ¿De qué se me acusa, agente? ¿Acaso soy sospechoso de algo por el simple hecho de querer viajar en avión? Pues resulta que ahora no les basta con someterme a una cola ignominiosa, con obligarme a apartar mis objetos metálicos y mi computadora, quitarme el cinturón, descalzarme, levantar los brazos y separar las piernas para dejarme cachear, humillarme como un borrego más de un dócil rebaño. No. Ahora, además, quieren desnudarme en una pantalla. Quieren estar seguros de que, como dice la ley, no soy sospechoso de nada mientras no se demuestre lo contrario.
En unos pocos años, un puñado de asesinos medievales ha conseguido convertir en sospechosos a millones de personas todos los días. Si el terrorismo fuera una guerra, hace ya tiempo que la habríamos perdido.
Segunda noticia: investigadores de Georgia, Estados Unidos, han conseguido borrar selectivamente recuerdos presentes en la memoria... de ratones, por el momento. El futuro es, no ya preocupante, sino aterrador. El ser humano tiene una cualidad que lo diferencia radicalmente del resto de la fauna planetaria: todo aquello que algún ser humano ha sido alguna vez capaz de concebir será algún día realidad. Guerras apocalípticas, bombas atómicas, modalidades de tortura, Auschwitz, perversiones sexuales, drogas sofisticadas, robos cinematográficos, la cima del Everest o el Polo Norte, surfistas en caída libre, submarinos, batiscafos, globos tripulados, hombres rana, aviones que vuelan como los pájaros, satélites artificiales, misiones a Marte, hornos de microondas, robots, hologramas, trances místicos, vudúes, juegos fantásticos o muñecas hinchables. Todos los inventos de Leonardo da Vinci, todas las novelas de Jules Verne, de Ray Bradbury o de H. G. Wells. ¿Fahrenheit 451? ¿Terminator? ¿La isla del Doctor Moreau? ¿Un mundo feliz? Tranquilos: si no han llegado aún, no tardarán. Es una ley infalibe: todo lo que algún ser humano ha podido alguna vez imaginar terminará algún día siendo realidad.
Quién iba a decirte en 1984, Big Brother, que tardarías tan poco tiempo en llegar.
Y lo peor de todo: con una sonrisa.
viernes, 24 de octubre de 2008
Dos noticias recientes
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a las 10:02
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