miércoles, 29 de septiembre de 2021

Jornada 5

El granero de Robinson está construido casi en la cima de la montaña. Allá arriba, lejos del mar y de la vegetación exuberante de la costa, la humedad y los insectos apenas llegan, y sus provisiones están seguras.

O eso creía él. Porque hace pocos días, al apoyarse en una de sus paredes, ha oído un crujido a sus espaldas y ha notado que la madera cedía. La empalizada de ramas y troncos que con tanto esfuerzo había conseguido erigir para sostener la techumbre del granero está podrida. 

Las termitas la han agujereado por mil lugares. Ahora está casi completamente hueca, y en cualquier momento puede venirse abajo. Robinson no se había dado cuenta, pero las termitas llevaban ya muchos años devorando el interior de la madera. Sus provisiones, y con ellas su futuro, peligran.

Las cosas como esa no suceden de la noche a la mañana, murmura Robinson. Le llevará mucho tiempo construir un granero nuevo.

Si lo consigue.

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viernes, 10 de septiembre de 2021

Jornada 4

Desde el promontorio más alto de su isla, Robinson otea el horizonte. Está viendo el tsunami acercarse y todavía no ha encontrado dónde refugiarse.

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lunes, 6 de septiembre de 2021

Jornada 3

Apenas avistó la flotilla de canoas que se dirigía a la playa, Robinson se trasladó a su refugio de la montaña, donde no podía ser visto por los recién llegados. Desde allí, durante días, observó su comportamiento. Al principio, las decisiones las tomaban los ancianos de la tribu, y en aquella pequeña sociedad reinaba una relativa armonía. Los conocimientos de los ancianos, sin duda basados en la experiencia, mantenían el orden y permitían resolver los conflictos sin grandes altercados.

Un día, sin embargo, los brujos consiguieron suplantar a los ancianos. Invocando a dioses terroríficos y exhibiendo talismanes protectores, sembraron el pánico en la tribu. Al poco tiempo, todos se miraban con desconfianza y escrutaban constantemente el cielo y el océano, al acecho de las señales apocalípticas que los brujos habían anunciado.

Por fin una noche, alrededor de una hoguera, comenzaron los rituales. Había que sacrificar niños para aplacar a los dioses. Desde lo alto de su refugio, Robinson oía los cánticos y los tambores, y a veces incluso los llantos de los niños y el chisporroteo de las hogueras. No quiso seguir mirando. Sólo se asomaba por las mañanas para ver si los salvajes seguían aún en la playa. Entre tanto, ordeñaba sus cabras, reparaba la techumbre del refugio y recogía las cosechas de la temporada, evitando salir del bosque.

Deseaba con todas sus fuerzas que regresaran a su lejana isla.

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