El movimiento Twitter congregado en la Puerta del Sol de Madrid está dando muchísimo que hablar, sobre todo en los medios de comunicación. Quizá demasiado, pero eso en España es habitual. Hay opiniones para todos los gustos. La derecha es más bien suspicaz. Muchos están convencidos de que el Ministro del Interior es capaz de cualquier cosa con tal de ganar las elecciones, rememoran el frenético reality show posterior al 11M, y se preguntan por qué este movimiento ha tenido que empezar justo una semana antes de las próximas elecciones. (Una posible respuesta es: porque la campaña electoral es demoledoramente aburrida). En las filas de la izquierda se percibe también un punto de desconcierto. Todos estos jóvenes, o su mayoría, piden cosas parecidas a las que ellos siempre han pedido, pero no están en el sistema. Es decir, no parece fácil conseguir su voto utilizando los burdos recursos habituales.
Tampoco son antisistema, como se inclinan a pensar los más despistados de la derecha. Son, más bien, extrasistema. No parece que quieran votar, pero tampoco queman papeleras, tiran piedras ni atacan cajeros automáticos. Lo cual es sorprendente, porque probablemente muchos de ellos gritaron "Aznar, asesino" o "Nunca mais", o cercaron las sedes del Partido Popular en la jornada de reflexión posterior al 11M. Ahora, en cambio, se comportan con civismo, se indignan sin gritar y se agrupan en corrillos asamblearios, a mitad de camino entre la plaza Tahrir y el contrato social de Rousseau.
Para explicarse esta actitud habría que considerar por lo menos dos circunstancias. Una, que un porcentaje abrumador de jóvenes españoles ha declarado, en varias encuestas, que su ideal en la vida es ser funcionario. Y dos, que no gobierna la derecha. No gritan ni rompen nada porque, en el fondo, los que están en el poder son los suyos. Pero están desencantados. El mirífico Presidente Zapatero, que llegó al poder con un programa tan improbable como la guerra de las galaxias, está recortando prestaciones sociales. Papá Estado está dejando de proveer. Las ayudas se están terminando, los jubilados tardarán más años en dejarles entrar en el Sistema, y los bancos ya no conceden generosas hipotecas para comprarse un piso. Es el momento perfecto para acordarse de que los políticos están corrompidos, las listas electorales son cerradas y los financieros ganan una pasta. Más vale tarde que nunca.
Entonces, ¿quiere esto decir que tienen las ideas claras? Pues no. La empanada es monumental. Leo en la prensa algunas de sus reivindicaciones aprobadas "por aclamación":
"Elegir a los consejeros del Banco Central Europeo por sufragio universal". Bravo.
"Establecer un sueldo máximo y mínimo de 1200 euros". Con independencia de lo que uno haga en su puesto de trabajo, supongo.
"Reducir la jornada laboral para poder dedicarle tiempo al ocio". Revelador.
"Nacionalizar la sanidad, la educación, las telecomunicaciones y la banca rescatada". Naturalmente, esto es una reivindicación "apolítica".
"Derecho de acceso a la vivienda a un coste proporcional a la renta del trabajador". O sea, a 1200 euros por barba, vivienda gratis para todos.
"Impuestos especiales para quien tenga dos o más viviendas". Sólo hasta que ellos tengan dos o más viviendas, imagino.
"Fuera bancos y empresas privadas de la Universidad". Para así poder competir con las mejores universidades del mundo (que son privadas).
"Una educación de calidez, y no de calidad". No entiendo muy bien, pero es posible que esto tenga que ver con la libertad sexual.
Ah, y también proponen que se revoque la ley de Partidos. Cosa no de extrañar, ya que entre sus "asesores" hay algún abogado próximo a la llamada "izquierda abertzale". Pero la reivindicación que realmente me ha hecho hervir la sangre es "No a los bachilleratos de excelencia". Para explicarnos que son unos estudiantes mediocres, o inútiles, no hacía falta ese circunloquio. Uno de los portavoces entrevistados en televisión, por ejemplo, explicaba que estaba en quinto de Económicas, y declaraba tener 26 años. Quienes tienen hijos de esas edades saben que ese chico no era un caso extraordinario.
Muchos coincidimos con ellos en que España está política y socialmente enferma. Pero para curar una enfermedad hacen falta dos cosas: un diagnóstico y un tratamiento. Estos pobres muchachos no tienen, ni de lejos, información suficiente para hacer un diagnóstico. Los pocos que saben leer no leen ni periódicos, ni libros, ni textos más largos que los que pasan por Twitter o las frases comprimidas con k de los SMS. El diagnóstico se lo están dando masticado, en las asambleas, los eternos reaccionarios de ideario bolchevique, y ellos aplauden. El modelo perfecto de demagogia.
Una vez diagnosticado el mal, hace falta un tratamiento, que es lo más peliagudo de todo. Y para administrar esa medicina, en cualquier país que quiera seguir siendo democrático hay que aglutinar muchas fuerzas, no sólo jóvenes y no sólo fuera del Sistema. La Transición se hizo desde el poder, y sería altamente deseable que en un país europeo, 22 años después de la caída del Muro de Berlín y 72 años después de terminada una guerra civil, la Regeneración, si es que tal cosa llega a ser algún día posible en España, sea legal, pacífica y consensuada.
El problema de España es el tribalismo. Los que se consideran de derechas comulgan con la derecha diga lo que diga, y la votan haga lo que haga. Y los que se consideran de izquierdas, igual. Por ejemplo, la derecha española actual es socialdemócrata y la izquierda ya no es internacionalista, pero tanto da. El führer de cada bando es la Verdad y la Vida, y con él hay que estar siempre, caiga quien caiga. En el fondo, es el catolicismo de la Contrarreforma, escindido en dos hermanos mal avenidos, que educan a sus hijos o con el catecismo de la escuela pública (la izquierda) o con el breviario de la confesional (la derecha).
Comparadas con las de mayo del 68, las consignas que uno lee en la Puerta del Sol son desoladoramente ramplonas. Carecen completamente de imaginación, probablemente porque los videojuegos dan ya a sus autores toda la que necesitan. La mayoría de ellos no tienen trabajo, pero tampoco importa mucho porque viven con papá y mamá. Sólo saben que se aburren y, ahora que la paga da cada vez para menos, empiezan a plantearse el sentido de la vida.
Es un poco tarde, pero tampoco es culpa suya. Durante dos generaciones, los medios de comunicación y los políticos se han encargado de no explicarles nada (para poder mantener el chiringuito). Muchos padres se han desentendido de su educación, pensando que la escuela (es decir, el Estado) se encargará de educarlos, que para eso pagan impuestos. Después de 40 años de fascismo light hemos pasado a otros 30 de comunismo light, y así estamos. Se acabó el ladrillo, y el dinero ya no puede salir del campo ni de las fábricas porque en Brasil y en China producen más barato. A falta de una generación con una sólida formación intelectual que nos permita adentrarnos en el siglo XXI por mérito propio, sólo nos queda limpiar los zapatos de los turistas. Es tarde, tarde ya para todo. Son una generación perdida. Lo único que les queda es emigrar.
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sábado, 21 de mayo de 2011
Reinventar la rueda
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Palabras clave: democracia real, Puerta del Sol
viernes, 6 de mayo de 2011
Constitucional
Estoy un poco confuso. Si el Tribunal Constitucional español (que, por cierto, no está integrado por jueces, sino por juristas) revoca una decisión del Tribunal Supremo y permite que a unas elecciones se presenten representantes de una banda terrorista, ¿alguien podría procesar al TC por colaboración con banda armada?
Ojo, que no estoy hablando de recurrir la decisión del TC, sino de acusarlo explícitamente de colaboración con el terrorismo.
Suponiendo que fuera así, y que un juez y el Tribunal Supremo emitieran una sentencia condenatoria, ¿el Tribunal Constitucional podría recurrir ante el Tribunal Constitucional la sentencia que condena al Tribunal Constitucional?
En resumen: la parte contratante de la primera parte contratante será considerada como la parte contratante de la primera parte contratante, y si no le gustan mis principios, tengo otros. En otras palabras, que gobierne Groucho Marx. Sería igual de surrealista, pero al menos nos reiríamos un rato.
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Palabras clave: elecciones, España, Groucho Marx, surrealismo, Tribunal Constitucional