Manoteando erguido para alcanzar un plato de pollo frito, el perro acababa de volcar un plato de sopa y se había escaldado. Compadecida, Cecilia se agachó sobre él para consolarlo, pero el perro, enrabiado, le respondió con una patada en la cara y la hizo sangrar. El novio de Cecilia, Juan, se acercó entonces a ella y examinó la contusión. En ese momento entró en la habitación el padre de Cecilia. Al ver la escena, se acercó a Juan a grades zancadas y, sin mediar palabra, le pegó un puñetazo. Juan fue a caer sobre el rabo del perro, que se lamía las quemaduras debajo de la mesa. Enfurecido por la agresión, el perro se revolvió y, como una flecha, se lanzó a morder la pierna del padre de Cecilia.
Cuando todo se aclaró y la situación retornó a la normalidad, la sopa que quedaba en el puchero se había enfriado.

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