sábado, 24 de diciembre de 2016

Extraterrestre

En el mes de agosto pasado, un grupo de astrónomos rusos detectó una señal de radio que, según ellos, podría haber sido emitida por seres inteligentes. El origen de la señal es un sistema estelar situado a unos 94 años-luz de nosotros. El único planeta detectado hasta ahora por aquellas latitudes, pequeño y ardiente, no parece muy apropiado para albergar geranios, jilgueros o delfines, y no digamos ya descendientes de Pitágoras. Sin embargo, nunca se sabe. Tal vez haya en sus proximidades otro planeta más fresquito con flores, piscinas y extraños laboratorios en los cuales criaturas de aspecto inimaginable se entretienen enviando mensajes hacia el espacio exterior.

Quién sabe. Ni siquiera los científicos rusos lo saben porque, para que su conjetura fuera cierta, tendrían que explicar de dónde han sacado aquellos científicos remotos la energía descomunal necesaria para enviarnos un mensaje que, hasta donde nosotros alcanzamos a entender, igual podría ser un tratado de álgebra que una receta de cocina.

Tal vez en el planeta aquel, si existe, las dimensiones son tan enormes que sus científicos necesitan la energía de un volcán o de un tsunami para cargar su teléfono móvil. O quizá su civilización es muchísimo más avanzada que la nuestra y se pasean por la calle con generadores de fusión nuclear en el bolsillo para encender cigarrillos balsámicos que emiten aroma de rosas en lugar de CO2.

Puestos a imaginar, todo es posible.

Pero -al menos razonando con nuestra limitada lógica terráquea- lo más probable es que un científico extraterrestre tuviera una tarde aburrida y estuviera enviándonos un crucigrama o una sopa de letras. En caso contrario, tendríamos que aceptar una larga lista de suposiciones difíciles de aceptar.

Por ejemplo, que los habitantes de aquel planeta tuvieran la paciencia y la expectativa de vida suficientes para esperar como mínimo 188 años (94 de ida y otros tantos de vuelta) hasta recibir nuestra respuesta. Y el grado de optimismo suficiente para creer que tanto sus mensajes como los nuestros serían inteligibles. De hecho, ni siquiera estamos seguros de que usen mensajes para comunicarse, de que su realidad esté basada en la vista o en el oído, o de que tengan el más mínimo interés en comunicarse con civilizaciones aficionadas a las guerras, el football o el hip hop.

Pero, una vez establecido que los extraterrestres no nos van a enviar recetas de aminoácidos en salsa de metano, nos queda el problema teórico que a los descreídos de las guerras, el football y el hip hop a veces nos hace meditar. A saber: ¿existiría algún tipo de mensaje que al menos algún extraterrestre pudiera descifrar?

Una iniciativa reciente, llamada Breakthrough Message, está ofreciendo un millón de dólares en premios a quienes propongan el tipo de mensaje más apto para enviar por esos mundos de Dios. Lo he tenido que leer varias veces para creerlo. La idea, desde luego, es teóricamente interesante, pero tropieza como mínimo con un par de obstáculos.

En primer lugar, ¿cuál será el criterio para determinar el mensaje más apropiado? Los únicos que podrían determinarlo serían los propios extraterrestres, y es dudoso que los patrocinadores consigan incluir por lo menos uno en el jurado. En segundo lugar, las bases del premio establecen que el mensaje deberá ser digital.

Eramos pocos, y parió la abuela.

Digital, ¿por qué? ¿Cómo demonios puede uno explicarle a un científico indescriptible que los ceros y unos hay que colocarlos así o asá para terminar construyendo una frase de Leon Tolstoi en ruso o la ecuación de una circunferencia? ¿Mediante ceros y unos? Es decir, ¿usando el cero y el uno para explicar cómo interpretar el cero y el uno? Tal vez los patrocinadores esperan milagros de los habitantes de Alfa Centauri.

Pero, incluso aunque estuvieran en lo cierto, lo más sensato sería enviar señales analógicas, no digitales. Lo cual sólo puede querer decir señales luminosas; es decir, imágenes. Y aun así, tendríamos que suponer que los extraterrestres poseen ojos, que su campo visual es uniforme (el de los pájaros o las moscas, por ejemplo, no lo es) y que sus ojos perciben un espectro de frecuencias similar al nuestro. Ninguna de las tres cosas es evidente.

Incluso aunque cumplieran esas condiciones, sus cerebros tendrían que ser capaces de interpretar las imágenes de la misma manera que nosotros. Los ciegos de nacimiento que, gracias a los avances de la medicina, han conseguido ver no han sido capaces de interpretar lo que veían, más allá de una acumulación de manchas de colores.

Pero para que nuestras imágenes fueran visibles a distancias medibles en años-luz, tendrían que estar enormemente aumentadas, quizá aprovechando el efecto de lentes gravitacionales existentes en el Universo. Naturalmente, no tenemos ni idea de cómo desarrollar una tecnología así, en comparación con la cual matar moscas a cañonazos sería un prodigio de eficacia. Claro que, si la tecnología extraterrestre estuviera realmente avanzada, ellos mismos podrían vernos con todo detalle sin necesidad de que nosotros aumentáramos nada.

Se me ocurre una última posibilidad, quizá la más imaginativa: enviar paquetes de señales algorítmicas que se activen en respuesta a determinadas interacciones. Por ejemplo, algoritmos que, en contacto con campos magnéticos o estructuras moleculares específicas, se conviertan en máquinas virtuales capaces de hacer visibles las imágenes deseadas. Tampoco tengo ni idea de cómo construir este tipo de mensajes y, para ser sincero, me trae sin cuidado. Por suerte, hay muchas otras cosas en la vida a las que dedicar provechosamente la atención.

Incluidos, por supuesto, los crucigramas y las sopas de letras.

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